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Albertito, de 43 años, vive con un sueldo de repartidor de pizza. Además habita la casa de su abuelo Alarico, donde tiene montado su estudio de grabación, pone rap a todo trapo y disfruta de la cocina de Vilma, la cuidadora.
Su mejor amigo Anselmo, un breaker transformado en abogado, admira su posición. Los dos pasan los días degustando la “Pizza Frankenstein”, que Albertito compone con trozos de pizza que roba a sus clientes. De pronto, los dueños de la pizzería deciden despedirle.
No pasa nada. Albertito sigue teniendo a su abuelo, piensa… pero llega a casa y se encuentra con que Alarico va a contraer matrimonio con Vilma. Y claro: el abuelo necesita el piso para ellos dos: en su nuevo nidito de amor, él sobra.
Así que, sin trabajo y echado de casa de su abuelo, Albertito vuelve a casa de sus padres. Con sus 6 maletas llenas de vinilos, su ordenador, los micrófonos, sus tres maletas de ropa… A su padre, le sienta como un tiro que su hijo vuelva a su casa. En la habitación «del niño» guarda las bicis. Albertito le pregunta a su padre si le dejará en paz si aprueba el primer curso de la Universidad, como su hermano. Él, que no tiene ninguna fe en su hijo, acepta, con la condición de que si no lo consigue se irá de su casa.
Albertito sigue con su plan, y, en la cola de matriculaciones de la universidad, decide sobre la marcha matricularse en Periodismo.
La primera mañana del curso, sus futuros compañeros de clase llegan a la universidad, pero su relación es inicialmente fría: le llaman “Matusalén”.